Duermo en una terraza con la torre Agbar justo en frente de mí; a la izquierda puedo ver, tanto de día como al anochecer, gaviotas que quieren cagarse en mi coronilla y a la derecha las tormentas que nunca terminan de soltarse. Aquí el viento hace que Barcelona se asemeje a Seattle, y las parejas follan en los balcones sin percatarse de que un mandril les observa. Intento buscar un lugar donde me permitan mandrilear y así poder traer conmigo a mis hermanos mandriles. Mientras tanto sigo recordando lo que fue una buena noche, la noche que Jaume se decidió por comparar nuestros penes, huelga decir que no vencí pero lo que vi me lo llevo a la tumba. Ahora intento pensar en nuevos textos y nuevas situaciones, en "vender" lo que tenemos y, sobre todo, repetir experiencias con los chicos de Möbius.Por cierto, ¿desde cuándo Buenafuente está tan cómodo?
Un beso a todos los bocacerdos y bocacerdas.
Diario de un mandril en Barcelona, part II
2 komentarze:
Paipu pupipu, en Paipulandia todos te echan en falta.
Ayer vi una sombra alargada de un paipupupipu, le seguí corriendo dejando abandonada a quien me acompañaba, gire la esquina y se marchó, ha dejado un paipugrafiti que ya os mostraré.
¡Paipu pupipu!
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